Por Nuria Torres Marcos.
Nuestra orientación sexual se manifiesta generalmente en el momento de la adolescencia. En este período de fragilidad psicológica resulta difícil enfrentarse con una orientación sexual y afectiva que difiere de la norma heterosexual. Algunos testimonios revelan el estado de la situación.
En la adolescencia, el comienzo de la edad adulta, muchos hombres y mujeres se interrogan sobre los sentimientos que descubren y experimentan:
“Sé desde hace tiempo que me atraen los hombres”, “Creía que sería algo pasajero, pero a medida que me hago mayor me doy cuenta de que no lo es”, “No puedo hablar con nadie”, “Mi padre reacciona con violencia cuando ve programas televisivos sobre el tema”, “Todos mis amigos, chicas y chicos, son heterosexuales”.
La adolescencia constituye una etapa en el desarrollo del ser humano llena de retos y demandas. Uno de los objetivos fundamentales de este momento es el desarrollo de una construcción de identidad. Paralelamente, durante la adolescencia muchos de los pensamientos, sentimientos y deseos de los adolescentes están dirigidos a su sexualidad. Este proceso, a menudo, se acompaña de preocupación, confusión e incertidumbre, especialmente en lo referente a la orientación sexual, ya que se empiezan a sentir emociones y afectos hacia otras personas.
La sexualidad ajena lleva a reflexionar sobre las propias prácticas y dudas. Este proceso se acompaña de una presión social que obliga a cada uno a definirse en relación con el propio comportamiento sexual. Cuando uno es adolescente, esta presión es a menudo difícil de tolerar y tanto los chicos como las chicas quieren saber a qué categoría pertenecen, homosexual o heterosexual, se tiene el sentimiento de que hay que elegir. Es entonces cuando comienza la búsqueda de signos y pruebas que muestren a qué grupo se pertenece.
Pero la sexualidad no puede reducirse ni a categorías ni a reglas. Cada individuo la vive de diferente manera. Hay que darse el tiempo necesario para aprender a conocerse e identificar los propios deseos. Las experiencias no son definitivas ni comprometen el futuro. Experimentar un afecto particular por una amiga cuando se es pequeña no significa ser lesbiana. Masturbarse entre amigos mientras se mira una película porno no es una práctica exclusivamente homosexual.
La escasa representación de homosexuales o de bisexuales en los medios de comunicación y la ausencia en el colegio o el instituto de un espacio para debatir la información en torno a la sexualidad dan la impresión de que uno está solo en el mundo. Esta impresión se refuerza cuando el medio se muestra hostil a las relaciones de pareja entre personas del mismo sexo.
En ciertos lugares, como en las provincias, las zonas rurales o los pueblos, la homofobia exacerbada y cotidiana crea una presión social que empuja a esconder toda expresión de atracción o deseo de carácter homosexual. Pero no hay que olvidar que aunque la homosexualidad sea invisible, está presente en todos los lugares, medios sociales y edades.
Descubrir el propio cuerpo e intentar conocer el de los otros, forma parte de las etapas necesarias para descubrir el equilibrio. Entre la homosexualidad y la heterosexualidad exclusivas existe una gama de posibilidades. Una búsqueda personal sin exigencias, presiones ni prejuicios nos permitirá saber dónde nos encontramos.
Nuria Torres Marcos es Psicóloga (Col. M-26071) en el Centro de Psicología ‘Aprende a Escucharte’ en Madrid.