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A discutir también se aprende…

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Por Ana Villarrubia Mendiola.

Todo empezó por una tontería que ni recuerdo, pero la cosa se fue complicando y acabamos diciéndonos cosas muy feas y haciéndonos mucho daño.

¿Te reconoces en alguna situación parecida a esta? Por desgracia la escena es muy habitual: salta una chispa, se hacen viejos reproches y finalmente la pelea acaba por el hartazgo de ambos, no porque se haya resuelto verdaderamente ninguno de los problemas que se han sacado a relucir. Eso sí, el disgusto ya te lo has llevado, el daño ya está hecho y cada vez resulta más fácil seguir adelante. Hasta ahora.

Los conflictos llegan a ser destructivos para la pareja cuando empiezan a no resolverse y acumularse de discusión en discusión. Este tipo de problemática es tremendamente habitual en terapia de pareja, pues genera un desgaste tan grande que ninguno de los dos acaba viendo escapatoria posible; y es ahí cuando se deciden a pedir ayuda externa. Cuando la situación se ha viciado en exceso puede ser necesario un proceso terapéutico profundo para reencauzar la relación, pero si aún no habéis entrado en esa dinámica perniciosa la solución puede estar al alcance de tu mano.

Te dejo algunas recomendaciones muy útiles para que puedas simplificar y resolver cualquier conflicto que tengáis que afrontar.

  • Discute siempre en presente: Trata de resolver lo que en la actualidad tiene solución y deja en paz el pasado. Nada contamina más la relación que vivir anclado en los reproches del pasado. Si superasteis aquello, os perdonasteis y decidisteis seguir juntos, entonces acepta que sucedió y que nada puede hacerse para cambiar eso.
  • Empieza por definir el problema de manera concreta: No vale aprovechar una situación actual para sacar a relucir algo que dejaste pasar o algo que nunca has sabido cómo resolver. Tampoco vale generalizar. ¿Qué es lo que verdaderamente te ha molestado? Defínelo, concrétalo y explícaselo claramente.
  • Por ejemplo, no tiene solución que te moleste “la relación con su madre” y que de pronto se lo eches en cara como un jarro de agua fría; eso solo le pondrá a la defensiva (como es lógico). Explícale que en este caso concreto lo que te ha molestado es que “se comprometiese con su madre cuando ya teníais planes”. Eso, así de especificado, sí tiene fácil solución; lo otro no.
  • Define también tu objetivo: Si algo te ha enfadado es porque tenías una idea clara de cómo querías que fueran las cosas y esa idea se ha visto trastocada. Todo conflicto ha de pretender el restablecimiento de una situación de equilibrio previa o la búsqueda de un estado de mayor satisfacción: ten claro qué buscas para poder perseguirlo sin perderte por el camino.
  • No respondas a una queja con otra queja. Y no permitas que te lo hagan a ti tampoco. Las cosas se discuten de una en una y no se pasa a la siguiente hasta que la anterior no haya quedado resuelta, es decir, hasta que no se haya alcanzado ese objetivo que previamente has definido.
  • Acepta tu parte de responsabilidad en el problema, por pequeña que sea. Pocas situaciones en la vida tienen un único punto de vista desde el cual ser analizadas e interpretadas. Por muy flagrante que te parezca el delito que él ha cometido, ¿ni siquiera puede ser que lleve un mísero 1% de la razón? Si te colocas en su lugar y, con empatía, analizas el conflicto tal y como él lo ha vivido, seguro que acabas por sentir más comprensión y menos indignación.

Estas son solo algunas de las cosas que puedes hacer para mejorar la relación de pareja. Porque una pareja exitosa no es la que no tiene dificultades sino la que se las ingenia para resolverlas y salir reforzada de cada una de ella.

firma grande

Ana Villarrubia Mendiola es psicóloga clínica, especialista en Problemas de Conducta y Terapia de Pareja. Dirige desde el año 2012 el Gabinete Psicológico ’Aprende a Escucharte en Madrid


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